Sobre Mojado
"Hay juegos de la mente, en los que todos los que juegan, pierden"
Dubai, Noviembre 2011
Andaba yo sumergido en la humedad de tu pelo largo; en tu nuca clavada entre mi nariz y mi boca y en el indescriptible olor al lacio recién lavado que solo se asemeja a el olor a ropa blanca húmeda colgada al sol. Andaba yo vagando por un sueno de vidas contiguas, de túneles que no existían, de hombres sabios y silenciosos caminando al costado de caminos de tierra en dirección a un crepusculo amarillo intenso, como la yema de un huevo, como girasoles de primavera. Andaba yo, o quizás no andaba, por caminos suaves de pastos altos y plantas descalzas, cuando al abrir los ojos la irremediable inercia volvió a empujarme fuera de la cama; a la ducha, adentro de mis jeans, de mi camisa y de mi de saco. Había dejado yo de andar cuando siguiendo mi instinto asesino, el olor a sangre, la rutina indetenible; me metí en mi auto.
La noche y el alcohol encendieron las luces y las hormonas, el corazón acelerado, la falacia de la felicidad intoxicada. Adonde hay alguien de pelo largo y lacio, como se llama, cuantos anios tiene, como le gustara que la amen y le invito un trago y luego otro, y después de que el alcohol fluye al igual que fluye la noche, nos dejamos fluir y se apagan las luces y la música potente y se encienden las débiles sinfonías de un taxi; y la voz de un conductor paquistaní. Mi saliva recorre su cuello amargo de perfume excesivo y me acuerdo que me he olvidado como se llama: Julie, Julia, Jasna, se obscuramente que en algún lugar tiene una J pero no puedo coordinar la saliva con su nombre y elijo la carne por sobre el corazon, la pasión por sobre el amor.
El llegar no debería ser fácil. Sus primeros pasos desconocidos hacia el mundo de mi casa deberían darle miedo, ponerla alerta, despertarle aunque fuera incertidumbre. Mas parece no importarle, en un mundo donde nada ya importa, el alcohol y la carne de nuevo ganan, los pasos son decididos y el final esta dictado desde el principio. Entonces, mientras la luz de los veladores se hace tenue y las persianas del living se cierran, me doy cuenta que es a mi a quien si le importa, porque me acuerdo. Me acuerdo de que en la misma cama de la que nos separa ahora solo la puerta de esta habitación contigua, he dejado a mi otro yo esta misma noche; y en un lamento silencioso de ojos cerrados porfío de la inercia, de mi debilidad y de esta mujer J que ahora me acuerdo no sos vos y se llama Jill. Esta mujer a la que sin decírselo le pido perdón y a quien beso y con la cual, luego de cruzar la puerta que me separaba de mi otro yo que aun duerme, me acostare una vez mas como con cualquier otra. Me acostare-una-vez-mas, si, una-vez-mas, con la estúpida ilusión de que un día al abrir los ojos no se llame Jill ni Jazmin, ni Jennifer ni ningún otro nombre; de que un día al despertarme su nombre sea el tuyo, tu nuca este entre mi nariz y mi boca y este olor a sabanas blancas recién lavadas, no sea sino, en realidad, el olor que hoy es el recuerdo o la imaginación de tu lacio pelo mojado.
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