sábado, 3 de septiembre de 2011

Gitana

La parte dorsal de sus manos me decian que era gitana. Las yemas gastadas de recorrer palmas ajenas en busca de una respuesta inexistente, las huellas borradas, el blanco de las palmas hecho el negro de las palmas. Y las palmas; tan antiguas como Creta, caminando los caminos de una Roma destruida por los ataques bárbaros, hablando de historias de hombres viejos y nuevos, atados a sus pasados, pasados por sus futuros, futuros de algo, algo que no conocían. La mire a los ojos y no pude alcanzarla. Una muralla china entre nuestras miradas, china pero gitana, en China. Gitana, sus palmas eran gitanas. La seguí por un callejón largo y angosto, cubierto de graffitis que decían tanto sin decir nada. De atrás parecía leve. Delgada, alta, suave como el silencio de si misma, como yo mismo en silencio. Creo haberle gritado; mas quizás haya sido en silencio y no en forma de grito. Adonde vas gitana? Adonde me llevas? Caminamos por Buenos Aires; ella sola, yo detrás SIO. Los pies descalzos decían tanto o mas que las palmas. Negros de amores desandados consumían lagrimas y miserias y simples pisadas impropias; llenas de angustias y problemas y mierdas de alguien mas tiradas en alguna acera para que nunca mas les pertenecieran, para que algún día fueran parte de las plantas del pie de alguna gitana, ajena. Llevame contigo Gitana, hazme parte de tu vida, de tus pies y palmas negras; hazme parte de una vida sin sentido, de un movimiento browniano; de una regresión al infinito de mi mismo, de ti gitana, de mi, de ser gitanos de nosotros; sin una luna a la cual seguir o un sol al cual dejar atrás.

Doblamos por avenida Del Cerro. A nuestra derecha se levantaron silenciosos dieciocho arboles plantados simétricamente a siete metros de si mismos. Era medianoche y las luces de los faroles, contiguos a cada árbol, dibujaban figuras de sombras sobre las casas bajas del barrio vacío y durmiente. Mas la luna, opuesta a todos los faroles, reflejaba los conos sobre la calle que, incendiada por los chillidos de un auto perdido, enfriaba-se luego de un día agitado, debatía-se entre la vida y el crepúsculo. La gitana caminaba despacio pero mas rápido que yo. Se me alejaba a cada paso un cm mas; a cada cuadra dos metros mas. Que rara es Buenos Aires en silencio. Que falta le hacen a si misma tantas cosas que pasan de día y no de noche. Donde esta el puestero de diario que todo lo sabe y te hace tan erudita? Donde esta la almacenara que te llena con sus medias verdades de señora que sabe mas por aburrimiento que por interés; donde están tus autos, tus mujeres de pelos largamente atractivos, tus sueños de París inacabada, Buenos Aires. Te he perseguido como a la Gitana, siempre demasiado de lejos, siempre demasiado despacio.

Cuando hemos caminado por horas y el sol le dice a Buenos Aires que esta llegando el momento de ser ella y que se acaben las historias de gitanas y hombres oscuros siguiéndolas como sombras, te pierdo en una esquina, Gitana. Una esquina cualquiera. Y el día vuelve a empezar, y vuelvo a Cortazar y a Electric President y a ser un yo mucho mas leve que el que ayer te perseguía. Y la vida continua su curso, igual que antes, llena de dieciochos arboles inmóviles al costado de si mismos. Solo que ahora he visto tus palmas negras y tus plantas oscuras, que jamas me dejaran olvidarte; que me harán parte de tu historia y a ti parte de la mía; que harán que haya sido gitano y tu mortal, por el segundo en que a través de una muralla china, se cruzaron nuestras miradas, Gitana.

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