lunes, 26 de diciembre de 2011

Silencio de Paraná

Silencio de Paraná



El mejor antidoto conntra el esceptisimo es la ilusion
                                              Rosario, Diciembre 2011




Perseguí un sol mas grande, con un pulgar mas chico. Vi en la tranquilidad del Paraná quel tiempo no era mi aliado, mas no era mi único enemigo. Por las calles qu(h)e tanto escrito caminé como nunca antes, y me abracé a ilusiones de vapor. Probé, no probé, fui, vine, vine, fui y comencé a escribir algo a lo quele falta 58 capítulos. Ni uno mas, ni uno menos. Se hizo de noche y abrí los ojos, se hizo de día y los mantuve abiertos. Así anduve nueve tardes y ocho mañanas. Cuando por ultima vez anochecio y supe que(h)abría de volver encandilado, con la cara quemada y la insatisfacción del encuentro frustrado, comprendí quen la búsqueda del antídoto contra el escepticismo, el desencuentro queno mata la ilusión de vapor perdida por calles angostas. era mi amigo mas cercano. Es queme deja, aunque sea por un año mas, con el deseo de querer sentarme otra vez en la barranca de un Paraná callado, a esperar quea mis espaldas susurre las letras de una ilusión cualquiera o una esperanza vaga, queme empujen de nuevo, a comenzar a buscarla.


miércoles, 14 de diciembre de 2011

London and I

Londres y yo

"Que al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver"



Asomó a las luces y sintió que no quería escribir sino caminar. En realidad significaba, bien lo sabia el, que quería escribir mas necesitaba procesar lo que le estaba ocurriendo, verlo con ojos de afuera; hacia adentro. Oxford Street se iluminaba con las luces de los pinos de brillantes simulados en el cielo, uniendo las veredas, haciendo las veces de puentes intangibles de duendes navideños. Miró hacia arriba y desvió la mirada. Miró hacia abajo y acusó el golpe. A cada baldosa de esa calle gris de asfalto y cal, le faltaba un trozo propio, una porción de si misma, un cuarto superior derecho. Londres sin ella, era como ella sin Londres. Un oxímoron; una nada absoluta; una Mona Lisa sin ojos. Es solo una calle, se dijo a sí mismo en voz alta y una mujer de medias oscuras, pollera oscura, tapado oscuro, ojos brillantemente rubios y pelo transparentemente azul (o quizás al revés) lo miró con la simpatía del que pretende haber entendido el lenguaje pero solo a leidole a uno el cuerpo. Es solo una calle; y continuo río abajo hacia Regent; solo otra calle. La esquina de H&M le trajo recuerdos intermitentes pasados a la velocidad de un sketch de Benny Hill. Ojos verdes, tapado oscuro, comida rápida, ¿que haces vos acá, chabón?, amigo desconocido, estoy, solo estoy, rechazo anticipado, lagrima fingida, lagrima real, regreso, sorpresa, vida, serenidad, amor, futuro planeado, futuro frustrado, anticipo de muerte, anuncio de muerte, aceptación de la muerte, ilusión infundada, obsesión infundada, muerte, luto, muerte, luto, muerte, pretensión de felicidad, locura, velocidad, Benny Hill, vida, mas vida, demasiada vida, sonrisas, ojos chinitos, tranquilidad, Londres, Oxford, Regent, recuerdo intermitente; y un aire frío que le golpeaba por debajo de los agujeritos de la nariz y le entraba hasta la parte reptiliar del cerebro. En Regent se detuvo y camino hacia Carnaby; una tercera calle; otra.sola.calle. Sola como el. Solo por las calles. Decidió seguir el sonido de las gaitas llamándolo a lo lejos. Una marcha de guerra atrayéndolo a su encuentro. Al encuentro con el sonido de gaitas, al encuentro consigo mismo; al encuentro con las gaitas mismas que se encontraban con su sonido propio. Atravesó mareas de chinos, negros, ingleses, latinos, árabes, australianos y fantasmas con un movimiento de hombro derecho metiéndose hacia adentro, de brazo derecho extendido corriendo al mundo de su 'enfrente'. Londres es realmente la cara del mundo, los rasgos todos del universo, pensó; y abandonó la idea inmediatamente para volver al llamado de las gaitas. Cuando estuvo lo suficientemente cerca para notar que eran dos instrumentos; dos hombres soplando en una bolsa de gamuza, se detuvo. Abrió los dos brazos e inclinó la cabeza hacia el cielo. La musica le tocó las entrañas e impulso la catarsis del olvido transformándola en ojos de vidrio. Vidrio grueso, verde, de botella. Se negó a llorar. No en Londres. No de nuevo. Y cerrando los ojos transformó el momento en una sonrisa amplia. Aun mirando al cielo, aun con los ojos cerrados, la cabeza inclinada y los brazos abiertos, espero la lluvia golpearle la parte inferior de los parpados. Mas el cielo no estaba aun listo. Pasaron minutos que no pudo contar en tiempo. La imagen bennyhillesca se repitió con recuerdos diferentes, todos a la velocidad de una película que quiere ser vista mas no interpretada. Gotas de lluvia en la cara, Tufnell Park, Bar antiguo, cine, Daniel Day Lewis, Habrá sangre ¿habrá sangre? M&Ms, Oxford St ahora mas de noche, hotel barato, sexo triste, sexo con amor, mas sexo triste, frases de Borges dando vuelta por la cabeza, mañana inesperada, sol que no sale, caminata por Soho, vuelta a la realidad, Carnaby street, esperar la lluvia; cielo que no estaba aun listo. Las sirenas policiales irrumpiendo la sinfonía de las gaitas lo trajeron de vuelta. Carnaby Street y su último pub al fondo a la derecha hacían ahora las veces de llamado, un llamado silencioso. Caminó lento como quien no quiere llegar a donde se dirige; de la misma forma que caminamos todos hacia la muerte; el pensamiento le dio gracia y echó a reír. Adentro del bar las paredes de rojo y los borrachos de blanco. Las sillas tapizadas de verde y el resto todo marrón, marrón madera. Se sintió ajeno, a gusto en la ajenidad del bar; en la naturalidad de lo incómodamente solo. Al primer whisky le siguió el segundo y al segundo el tercero; mas al cuarto le siguió el sexto con ese acortamiento natural del tiempo que solo puede producir el exceso de alcohol en la sangre. Creyó haberse detenido al décimo. La cantinera se llamaba Tonda y era de San Francisco. 07503272900. En el anverso de una manchada tarjeta de nicholsonpubsurvey.co.uk el numero se veía mucho menos sensual que detrás de los ojos inquisitivos enmarcados por lentes negros. Sonriente e insatisfecho se fue de nuevo a la calle. Sintió.que.todo.tiempo.pasado.habia.sido.mejor. Mas deseo que nunca más se repitiera. No habría jamás de nuevo una primera impresión de Tonda; ni un decimo vaso de whisky; ni una sirena interrumpiendo  la rítmica quintaescencia de dos gaitas enamoradas de una la otra. No habría jamás de nuevo un Londres silencioso de una mañana del Soho, ni habría mas sangre, (¿habría mas sangre?). No habría jamás ese sexo con tristeza, ni ese sexo con amor, ni Tufnell Park, ni rechazo, sorpresa, vida, muerte, muerte, vida. Caminó de nuevo por Carnaby hasta Oxford y recordó que no deseaba aquel día escribir. Entonces, haciendo un bollo con el papel y dejando caer la birome, agachó la cabeza y se resigno a vivir aquel momento; el momento justo, el instante exacto, en que en aquel irrepetible Londres de Diciembre de 2011, comenzaba a llover.

martes, 15 de noviembre de 2011

Desencuentro

Desencuentro

trampa escondida
daño profundo
juego mal.jugado
frustración repetida

jugada no deseada
queja opulenta
grito envenenado
y protesta con bronca,
camino enfurecido
silenciosa mea culpa
banco de suplentes

soledad aceptada
deseo inexplicable
sol rubio en morocho
piedras en la arena,
entumecimiento del alma.

noche sin sol
noche sin luna
luna sin nubes
nubes sin estrellas
tormenta seca en
futuro encapotado

vos sin yo
y yo sin vos
nosotros sin dos
y dos con uno
y sin ninguno de los dos

cara larga
y pies de plomo
pecho hundido
y corazón abierto
manos cansadas
de tanto hacer nada,
con la nada

mirada taciturna
respiración obesa
oídos tapados
y brazos cruzados
entre si 
y no con otros

toma 100,
y camara lenta,
cuadro por cuadro,
por cuadro por cuadro
y cuadro desenfocado 

parque de la Antártida,
río del desierto
montaña de la pampa
y mar muerto,
en la frontera equivocada

praderas incendiadas
bosques talados,
glaciares derretidos  
ozono que se condensa,  
masa cuasiforme.

perro que no huele,
y abeja que no vuela,
hombre que no piensa
y mono que no sonríe

lluvia ácida
golpeandome los cachetes,
gota a gota
a gota, a gota

De las manos se me escapa
lo que jamás he tocado 
y en mi último intento
desesperado por manotearlo,
aferrándome a la nada
de un bosque talado
grito desde lo mas hondo
de este mar muerto 
de brazos cruzados
y de corazón abierto
que siento sentir en el pecho 
de hombre que no piensa, 
el dano profundo
el entumecimiento del alma  
la protesta con bronca 
y la noche sin luna 
de nosotros sin dos
y del cuadro desenfocado
de este triste desencuentro.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Sobre Mojado



Sobre Mojado




"Hay juegos de la mente, en los que todos los que juegan, pierden"


                                                                                  Dubai, Noviembre 2011




Andaba yo sumergido en la humedad de tu pelo largo; en tu nuca clavada entre mi nariz y mi boca y en el indescriptible olor al lacio recién lavado que solo se asemeja a el olor a ropa blanca húmeda colgada al sol. Andaba yo vagando por un sueno de vidas contiguas, de túneles que no existían, de hombres sabios y silenciosos caminando al costado de caminos de tierra en dirección a un crepusculo amarillo intenso, como la yema de un huevo, como girasoles de primavera. Andaba yo, o quizás no andaba, por caminos suaves de pastos altos y plantas descalzas, cuando al abrir los ojos la irremediable inercia volvió a empujarme fuera de la cama; a la ducha, adentro de mis jeans, de mi camisa y de mi de saco. Había dejado yo de andar cuando siguiendo mi instinto asesino, el olor a sangre, la rutina indetenible; me metí en mi auto.

La noche y el alcohol encendieron las luces y las hormonas, el corazón acelerado, la falacia de la felicidad intoxicada. Adonde hay alguien de pelo largo y lacio, como se llama, cuantos anios tiene, como le gustara que la amen y le invito un trago y luego otro, y después de que el alcohol fluye al igual que fluye la noche, nos dejamos fluir y se apagan las luces y la música potente y se encienden las débiles sinfonías de un taxi; y la voz de un conductor paquistaní. Mi saliva recorre su cuello amargo de perfume excesivo y me acuerdo que me he olvidado como se llama: Julie, Julia, Jasna, se obscuramente que en algún lugar tiene una J pero no puedo coordinar la saliva con su nombre y elijo la carne por sobre el corazon, la pasión por sobre el amor.

El llegar no debería ser fácil. Sus primeros pasos desconocidos hacia el mundo de mi casa deberían darle miedo, ponerla alerta, despertarle aunque fuera incertidumbre. Mas parece no importarle, en un mundo donde nada ya importa, el alcohol y la carne de nuevo ganan, los pasos son decididos y el final esta dictado desde el principio. Entonces, mientras la luz de los veladores se hace tenue y las persianas del living se cierran, me doy cuenta que es a mi a quien si le importa, porque me acuerdo. Me acuerdo de que en la misma cama de la que nos separa ahora solo la puerta de esta habitación contigua, he dejado a mi otro yo esta misma noche; y en un lamento silencioso de ojos cerrados porfío de la inercia, de mi debilidad y de esta mujer J que ahora me acuerdo no sos vos y se llama Jill. Esta mujer a la que sin decírselo le pido perdón y  a quien beso y con la cual, luego de cruzar la puerta que me separaba de mi otro yo que aun duerme, me acostare una vez mas como con cualquier otra. Me acostare-una-vez-mas, si, una-vez-mas, con la estúpida ilusión de que un día al abrir los ojos no se llame Jill ni Jazmin, ni Jennifer ni ningún otro nombre; de que un día al despertarme su nombre sea el tuyo, tu nuca este entre mi nariz y mi boca y este olor a sabanas blancas recién lavadas, no sea sino, en realidad, el olor que hoy es el recuerdo o la imaginación de tu lacio pelo mojado.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Paris

Paris
Cause a dream is only a dream as long as it does not become true / Cause dreamers feel like strangers in the real world
                                                                                                    Dubai, October 2011.



The dark thick clouds float low through our open window. Next to me you breath deeply, in comfort, dreaming of some Eastern-Asian-Persian night that occurred thousands of years before us, millions of years before this cloud being water and cloud and then water again. In the streets the rain wakes up the asphalt from an absent night of late drivers with the sluggishness of the waves of the dead-sea. There will be no sun rising this morning of early September in which the black dark masses of steam have decided to invade the sky and made life a show of their own. The humidity in the room gives the air the smell of oxidized old grandmother’s houses, and plagues it with it a remotely imported homely feeling of a western Argentinean chalet. I hug you. With my right arm crossing over your body and wrapping you over, cuddling my legs over yours, bringing my nose close to your back-head, smelling your neck, making you a part of the air that provides oxygen to my veins, that keeps my heart running. And again you breathe. Only that now your left eye is open, and, with your rusty morning voice, after smiling in an almost imperceptible manner, you ask me about the time. I think it’s around midday but do not answer. Instead I look deep into the spiral of your open iris hiding vast labyrinths of sand intricately open and impassable. This side of the open window, inside this humid bedroom, time has become something between inexistent and irrelevant and the dunes of the desert disintegrating in the depth of your black eyes disappear as you continue to close your tab. Like turtles hiding heads in their carapaces we cover ourselves with the sheets afraid that beyond this bed, outside of our shell, out there in the streets where people run for shelter, there could be no magic, no hugging, no bed, no us; there could be time destroying the sand, undoing the desert. Underneath the sheets we play games of love and hate, games of caressing and biting and grabbing and pushing and coming together and apart and being one and two and one and two again in the agitated revolution that we create in each other’s body with the simple touch of a hand. As we come back from the hundredth kiss and the last first time that we make love to each other, finding a new piece of skin yet to be explored, still under the safety of the sheets; as we recover the breath and with it our voices still breaking between gasps, we start talking about your childhood. It is a childhood of princesses and butlers and drivers and comfort and getting everything that is desired with the simple lift of a finger. And in the silence of my always working mind shooting in 40 different directions, hearing the water and remembering the red painting on your wall that I discovered as I opened my right eye this morning, I admire the persons you have come to be, the potential persons you will, some day, become. I admire the mother of a smart cheeky daughter trying to explain the sadness of death and the daughter of an aging mother trying to provide comfort to a mother over the irrelevance of a death that will only trigger a new beginning, a new rain in the streets of a French city, a new intricately vast desert in the eyes of a new person. I admire your freshness and your intelligence and the way you have seen it all before its time: this bed, this Paris’ rain, this two turtles living at every second a little bit more, dying a little bit less. This stillness of a world full of turtles and rabbits choosing to die for irrelevant things such as purses and cars and comfort of lifes of princesses and butlers that may provide no happiness if they are not just the preamble of a morning like this one, with the window open and the rain ‘moistening’ the parquet floor, in Paris.

Suddenly, I find myself tangled in your messy hair; my ideas flowing through your mind with the naturalness of a bicycle running through the streets of Amsterdam. We have come to be one, I think. The shape of this room that you have decorated 'your way' I had seen a million times before grabbing the bronze knob and crossing the wooden green deteriorated door for the first time. The red painting I had chosen a 100 times before you picked it from a collectors shop in Camden town. And the white cloths covering the bed, where I will continue to hide from the reality that may catch us in the streets, are the sheets of my bed and not yours. It is sheets on which I have dreamt of tangling in a hair that I thought I knew from ancient times, while I strolled through the mind of a person that I had come to known in another dream. A dream where I was looking at a red painting in a shop in Camden Town  next to a messy haired young girl that was trying to imagine how the red would contrast with the green of the door of her fourth floor Parisian apartment.


Waking up has never been easy but it has become notably hard this morning. I refused myself to abandon the cold warmth of this open bedroom of white peeling walls. My fear of the unknown has paralyzed my hands underneath the soft pillows and made me yawn more than countable times. It is the classical hard cover Mathnavi copy mingled in the floor with ‘El Aleph’ and ‘Los Conjurados’ what drives me out of bed. I have woken up with my left foot first but I have not noticed. The floor was comfortably freezing. As I pick Borges and Rumi (one in each hand) I see Keats and Ernest in the distance. ‘A song about myself’ lies beneath ‘The old man and the sea’ and I wonder if this morning was not the preamble of ‘A movable Feast’. ‘In the unseen, rain and cloud of different kind/ Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente/ Different sun and sky confound the mind / No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso’; I read out loud while you wake up and ask me with a sarcastically funny smile if that is something that I had written. Outside the rain intensifies and the lighting show entering through your back gives yourself a sinister beauty reflected in the man-tall mirror that lies in the floor next to Hemingway. You wear a military green hooded trench coat over long pants and rain boots. I, on the other hand, plan for a white polo shirt, jeans and vans shoes to defy the water. To feel the reality of an inclement weather to which I have returned after a long dream of dry countries.

In the dark marbled circular corridor of seven green doors, when the peeling walls have become a remote memory of a perfect awakening, I notice that we have not said a word to each other since your question about the text I was reading. I still carry Rumi in my left back pocket. The cage climbs the three stories slowly, carrying, once again through the pulling power of its quasi-rotten cables thousands of kilos of bronze, metal, wood and mirrored glass. I open the scissors-door for you and close it behind me. The descent is slow and noisy in the outside as always, but silent as never before in the inside. The walk towards the street door feels like the walk of a green mile. It is impossible to abandon  a dream and return to the real life without the feeling that we are abandoning something perfect to go into the uncertainty of the imperfect. With all the strength in my right arm I open the giant door of bars and glass with the feeling of leaving behind a perfect prison. And as we walk out of the building, when this raining Paris has become a reality; as the first drop of rain hits the slide of my nose and with a nodding smile you tell me that I should not open the umbrella, preparing ourselves to get soaked through the imperial cobblestoned streets of this beautiful city; I notice that everything that happened inside that room was real and that I am not dreaming. So, in between a hesitating shake of my mind, I think, as I give the first step towards the North through this mysterious empty Rue de Seine, that maybe, when we seat in the cafe of the coming corner, if my guts allow it, and the time is right, if my fear goes away and the shield pulverizes like the deserts pulverized in your eyes this morning, I should tell you that I have now noticed how much I have always loved you.

domingo, 2 de octubre de 2011

Delecta

Delecta




“No es la vida mas que un puente, entre el amor y la muerte”

                                                                                      Bruselas, 1 Oct 2011

Estambul. 9pm. Martes de Septiembre. El humo del lugar perturbaba la vista y confundiale la mente. Sentado, vio la escena moverse a una velocidad diferente de la de la escena misma. Todo pasó más lento o más rápido que lo normal por la obturación de su retina imperfeccionista. Su retina deslumbrada por el blanco profundo fue la que pudo engañarlo sin engañarlo, sabiendo del engaño, creando una falacia de la mente similar al olvido, un puente entre lo que se es y lo que se desea ser. Se puso de pie y sintió el susurro en la parte de atrás de su cabeza. A la distancia y pegado a su oreja derecha el susurro retumbó bajito. Supo que todo había cambiado porque él había cambiado. Cambia uno mismo; cambia el punto de vista, es uno el punto, es la retina la vista. Una vez más Heraclito de Efeso persiguiéndolo por las calles de Constantinopla, ahora adentro de este inmundo bar. Caminó 77 pasos en línea recta, y se sentó al lado de un desconocido. El susurro no había sido fuerte, ni leve, no había sido un grito ni un suspiro; tan solo un susurro propagandose desde la mente al resto del cuerpo en lenguas que, inteligibles, no intentaba comprender. Acalambrándole los pies, llenandole de transpiración las palmas de las manos, recorriendo lentamente la humanidad, debilitándola y haciéndola sentir mas fuerte; penetrando sus venas, calentado sus muslos, llenado su sexualidad y revolviendo el estomago antes de invadir con furia la médula exacta del corazón para estremecerlo, dominarlo y subyugarlo. SUBYUGARLO con diez mayúsculas y, sabia él, mantenerlo flotando hasta que decidiera soltarlo, dejarlo caer libre por los pasillos de un vacio espiralado que terminaría en el mismo lugar donde antes de cruzar la habitación. Mi nombre es Martin, ¿puedo hablarte?, dijo luego de tomar asiento. La mujer de vestido blanco lo miró sorprendida.

<<Quizás un poco más de lo que ya lo has hecho>>, le contestó como quien comprende el juego sin que le expliquen las reglas. El silencio posterior fue todas las palabras que necesitaron decirse. Cuatro miradas por lado, con los ojos a diferentes intensidades confundieron a sus retinas, esta vez en serio. Los labios no se movían, las caras petrificadas. Las manos de cada uno se habían quedado inmóviles en la acción anterior; las de él la una sobre la otra y sobre su pierna derecha; las de ella sobre el vaso y la bombilla del trago. Tan solo los ojos lograban retener el movimiento y librarlos de la muerte aparente. <<Eres extranjero>> le espetó intentando apagar la intensidad del intercambio. Quizás lo había leído en los cientos de palabras en otro idioma que él le había arrojado con su segunda mirada, o en su vestimenta, o su rostro, o hasta quizás en el acento deslizándose en la ese entre la I y la P de ‘puedo yo hablarte a ti’. La cara se le movió leve, tragó profundo y se mordió la parte de adentro del cachete como quien va a hablar mucho y prefiere no hacerlo. Con una sonrisa intrascendente le contestó que estaba en lo correcto. Conversaron adentro de un túnel lleno solo de palabras, silencio y una oscuridad que no les dejaba verse las caras. El se había puesto de espaldas y ella no se había dado cuenta. Túnel sordo y mudo, túnel ciego, túnel en el que solo existimos nosotros, túnel cónico y vertical, camino de búsqueda, rayo que nace de la tierra y termina en el cielo, túnel yo y vos, túnel mágico que borra todo lo irrelevante. Este túnel en el que no me ves la cara. A través de ínfimas ventanas se veía a los demás deambular en un mundo ajeno, sordos ellos también, ciegos ellos también, existiendo solos también, mas allá de la vida en el túnel, ellos-no-tunel; raros-bichos-no-tunel. Que cómodo es el túnel. Las ultimas gotas de alcohol habían ascendido por entre las paredes plásticas de la bombilla túnel y descendido por el tubo digestivo túnel de Athenas, cuando mirándolo en lo oscuro, justo antes de prender la luz y salir del túnel, le dijo <<que te parece si me acompañas hasta mi casa>>.

La garua era tan finita que parecía no existir. Recordó los ventiladores que tiran agua en los restaurantes árabes e intento explicárselo a ella. El idioma-barrera le dio a la disquisición el tono gracioso que no tenia y Athenas hechose a reir descontroladamente. Pensó en las personas que lloran de la risa y en la belleza del oxímoron. Las comisuras marcadas por encima de los labios, profundos pozos de felicidad aun no vivida se inundaban con las lágrimas de tristeza consumada que esta vez eran de alegría. Bajaron la colina hasta alcanzar el Bósforo. Ella se había cubierto con una especie de plástico que la distorsionaba inalcanzable aun adentro del túnel. Su voz se había modificado y su respiración inflaba el plástico como quien infla una bolsa en la que hiperventila. El Bósforo rugía y la garua intentaba detenerse. Al otro lado del río, la Estambul ‘Antigua’ dormía apagada y dejaba brillar como velas sobre una torta 19 mezquitas iluminadas del centro a la periferia. La risa se transformó en estupefacción y el túnel se destruyo en mil pedazos. Ella se quitó el plástico e importole un bledo la garua que no había cesado. <<Puedo mirar la escena en que John Nash recibe las plumas de sus colegas cientos de veces y no deja de llenarme la piel de poros abiertos>> dijo él. <<Lo mismo me ocurre con la vista desde este lado del rio>>. Se callaron de nuevo y dejaron que el silencio operara a su manera. Entrecerró los ojos e imagino el Imperio Romano. La vistió, entonces de emperatriz y la vio cruzando caminos de tierra en un carruaje majestuoso tirado por siete caballos negros de ojos verde profundo. Malignos ojos verde profundo. No vio jamás su cara, ni sus manos, ni su espalda desnuda en el vestido largo encorsetado; mas la supo adentro de la carreta con la certeza con la que se reconoce al hijo que se ve por primera vez. Con los codos apoyados sobre la baranda suspiró profundo y notó que ella le había cruzado su antebrazo por alrededor del bíceps y lo tenía tomado con sentido de pertenencia. <<¿Pensas que alguna vez vamos a ser felices?>> le preguntó con los ojos clavados en el Rio de Heráclito riéndose de ellos. <<¿Juntos?>>. Le repitió la pregunta como si el nunca hubiera repreguntado <<¿Pensas que alguna vez vamos a ser felices?>>. Se quedó pensando en la pregunta y mientras ella le decía absurdamente que era refrescante haberlo encontrado (bajo la garúa de otoño ya hacia frío), la abrazo con ambos brazos y la beso por primera vez en la comisura derecha. El lago de su felicidad no volvería jamás a llenarse de  lágrimas. En Estambul, abrazándola bajo la intrascendente lluvia de otoño, invadido por el susurro del amor, se dijo a si mismo que nada podía salir mal.

‘Mi casa’ quedaba a 500 metros de donde se habían detenido bajo la lluvia, al otro lado del rio. Sin haber caminado lo suficiente para llegar hasta allí se encontraron subiendo 7 docenas de escalones circulares a oscuras. La puerta del departamento, de unos 30 metros cuadrados, se abrió sin necesidad de echarle llave alguna. Entraron a la vez, como si la puerta fuera mas ancha de lo que realmente era. Adentro (y quizás también afuera pero no había podido verlo porque estaba oscuro) las paredes estaban (o eran) amarillas. Las iluminaban luces simétricamente colocadas en el piso de cada uno de los únicos cuatro rincones de la habitación. Se miraron y el sintió el susurro salir de su pecho. Lo había recorrido durante la noche y ahora le infundía el miedo no saber la materia en la que se transformaría cuando decidiera soltarlo, caer por el vacio espiralado. <<Un montón de barro, blando y asqueroso>> le dijo ella como si pudiera leerle la mente <<como el que queda después de las fiestas de verano bajo la intensa lluvia>>. El miraba fijo una lámpara sueca de papel que había en el rincón más cercano. De pie se mantenía altiva, inmóvil, sin siquiera pestañear. No importaba quien estuviera en la casa y quien no y solo cuando los habitantes se retiraban lograba descansar. Mas no se quejaba. Con absoluta y encomiable paciencia se mantenía allí por horas, cumpliendo su función de lámpara, siendo lo que estaba destinada a ser, nada mas y nada menos. ¿Que estamos destinados a ser?  <<Vos y yo digo ¿Que estaremos destinados a ser?>> Suspiró hacia adentro y sintió el amargo del susurro pasearse por su boca. <<Si no sabemos que estamos destinados a ser ¿como saber si seremos felices?>>. Entraba ahora por otro túnel adentro del túnel. Su mente misma lo enroscaba ahora entre dos o más pasajes tubulares. Ella parecía no escucharlo. <<La vida tiene que ser algo mas que esto>>. Mas que un pedazo de algo recortado y puesto en otro lugar como un parche de cuero azul sobre una tela negra donde no está rasgada. Una tela rasgada por doquier menos allí. <<La vida tiene que ser mas que esta escalera con peldaños que solo suben (o bajan) por la que se puede únicamente bajar (o subir) a través de la falacia de la memoria todopoderosa y a la vez inexistente>> ¿Como puede ser solo esto? Siempre preguntarse ¿Qué hubiera sido? Siempre conformarse  con ser algo que no termina de conformar; ser cómplices atónitos de caminos que se escinden y parten en direcciones opuestas por túneles transparentes que permiten ver como el otro se aleja hasta volverse un punto, y luego el recuerdo del punto y luego el recuerdo tergiversado del recuerdo: un punto mas perfecto que el real. Punto perfecto que cuando creemos  casi poder palpar, con una mano en el cierre de la musculosa y la otra en la mejilla izquierda, desaparece para siempre y nos deja preguntándonos de nuevo ¿Qué hubiera sido? <<Sos el punto mas cercano a mi mismo que tengo en la vida>>. Pero ¿quien sos, que viniste a buscar, cuanto tardaras en convertirte en un punto tan perfecto como inexistente?. Mientras la empujaba lentamente con la boca contra la pared ella dejó  que el silencio le diera la respuesta.

La desnudó con los dos manos al mismo ritmo de siempre. La luz tenue del velador chino a la distancia lo sorprendió al prenderse y apagarse como si le guiñara un ojo. Hacer caer los sostenes de sus hombros empujados por la mano derecha, luego el botón del pantalón ajustado y la perdida de su musculosa hasta llegar a los zapatos atados por detrás de los tobillos, el pantalón que nunca salía tan fácil, las medias si, la saliva mezclándose con la piel,cerca de los zapatos y arriba del pantalón y, de repente, la naturalidad de encontrarse desnudos al pie de si mismos, sin palabras, como al comenzar la noche en el bar. Sus cuatro manos fundidas en el otro cuerpo haciéndose las manos propias, recorriendo cada latitud con exacta precisión. Sus vientres rendidos a una cadencia mutuamente predeterminada vaya uno a saber por quien y sus ojos. Siempre los ojos mas allá de la realidad, mirando otra cosa; él una emperatriz romana, ella el barro que queda después de la fiesta bajo la lluvia. Crecían en pasión e intensidad de forma simétrica. A un una caricia de ella respondía una mordida de el. A un beso de el un rasguño de ella. Cuando comenzó a apretarle el cuello el solo atinó  a soltar un leve: ‘Athenas’. Como reconociéndola por vez primera mas allá de quien ella era, mas allá del tiempo que habían pasado juntos. La vida, el amor, la muerte. Jadeaba con dificultad. Vida, amor, puente, muerte. No: Amor, vida, puente, muerte. <<Claro que si>> dijo ahora en voz alta pero baja, <<la vida es el puente entre el amor y la muerte>>. Ella lo miró inclinando levemente la cabeza hacia la izquierda y sonriendo lo condescendió pulsándose con los pulgares sobre la nuez con mucha mas fuerza. Comprendió porque había cruzado la habitación para ir a buscarla y el no deseo ofrecer ningún tipo de resistencia. Cuando su mano dejo de sentir el seno derecho en su yemas, concibió que al fin el susurro omnipresente que subyugaba al corazón, el del amor que anunciaba la vida, el que aquella noche había venido de nuevo comenzaba a soltarlo. Caía al fin por el vacío espiralado  y se rendía a la gravedad de la caída de un susurro  que alejandose (como tantas otras veces, mas esta vez para siempre) desaparecía a lo lejos como el punto que se hace idea.  Detrás de la oreja derecha escuchaba ahora que aquel punto difuminandose a lo lejos, había venido anunciarle que al cruzar el puente de la vida, al otro lado del Bosforo lo esperaba silencioso y húmedo como la garúa de Septiembre, de espalda a una pared amarilla tenuemente iluminada, el otro extremo del amor. Lo esperaba, en las manos suaves de Athenas, en sus ojos mirándolo fijo, en los senos de papel que se deshacían en sus yemas debilitadas, una silenciosa y placida, esperablemente impredecible, natural y cálida, espantosa muerte.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Triste y Buena


Triste y Buena

"Porque jamas puede terminar, lo que nunca ha comenzado"

La miró no estar y le dijo retóricamente como quien no espera una respuesta: <<que días mas tontos, cuanto tiempo perdido, que búsqueda mas absurda. Me voy a dormir, quizás te encuentre en un sueño>>

Cuando cerró los ojos, el sol le devolvió la luz que las lamparas habían perdido. No podía partir la tierra únicamente porque la tierra era arena. Y mas arena. Entrecerró los párpados como quien se busca preocupado. El tiempo no podía haberse detenido porque la arena se levantaba tensa bajo sus pies, por sobre sus pies, y se volvía a asentar en un lugar distinto al que se había originado. Si hay movimiento hay vida, si hay viento hay tiempo, si hay tiempo no me he detenido. Supo que estaba vivo. Miró hacia arriba buscando una respuesta mas real que metafísica; la posición del sol debía decirle donde estaba el Norte. Eran casi las doce. ¿Adonde queda el Norte? Debo ir hacia el Norte. Al cabo de un rato comenzó a dolerle el cuello torcido y la nuca apuntando al suelo. No sabia adonde estaba ni Norte ni el Sur, mucho menos el Este o el Oeste. Pasó el tiempo que seguía moviéndose al compás de la arena y decidió que solo quedaba-le dejarlo pasar; esperar. Cuando se moviera la Tierra entera se haría de noche y sabría por cual oeste se habria puesto la gran bola de fuego. Sabría adonde ir. Se quitó la mochila y se bajo el gorro y bajando el centro de gravedad llegó casi a apoyar la cintura en el piso. Al ponerse en cuclillas recordó la estación de trenes de Dorasan y le sonrío a un Norcoreano que se escabullía entre los pasillos de su memoria. Era el mediodía de un día caluroso en Rub' al Khali y, sin quererlo, se quedaba dormido. 

Cuando cerró los ojos, se vio bajando de un avión. Otra vez otro aeropuerto, tan igual a los otros. Miró las mismas baldosas gigantes de granitos grises albergar cada una un paso y medio suyo. Metió la mano al bolsillo y se sorprendió de sacar arena. ¿De donde vengo? ¿Adonde voy? ¿Donde queda el Norte? Siguió el crucigrama de pasillos y carteles en idioma inaudito con espantosa naturalidad. Se abrió la campera y exhalo un zonda de primavera a la vez que tropezaba con las ruedas de una maleta ajena. No se cayó. Pensó que la extrañaba; que todo lo que había deseado era aquel momento en que salía por la puerta y ella lo esperaba con los brazos abiertos, quizás con un cartel de papel en la mano, quizás con una flor (que idea tan cursi pensó su anti-ego) quizás solamente parada con las manos en los bolsillos o fumando un cigarrillo. Pero ¿quien es ella? ¿Quien debe de esperarme? Supo que durante todo aquel viaje, había albergado una ilusión enorme de reencuentro. ¿Que viaje? ¿De donde vengo? ¿Donde queda el Norte? Mientras dejaba que la cinta mecánica lo llevara como se lleva el sushi a las manos de sus comensales en los restaurantes baratos de oriente, divisió las piernas de una mujer de pollera gris a lo lejos. Que estúpida cosa la ilusión. Cuantas horas gastadas en crear ideas expandidas de una realidad sintética; cuanto daño le hace a la mente generar tantas realidades, ojalá pudiera escribirlas. Volvió a imaginarla con la pollera de la mujer de adelante y una musculosa negra. Su tez era morena y tenia la unas de los pies pintadas. Esperaba de pie, pudo verla. La pierna derecha por delante y levemente flexionada, el pelo cayendo sobre los hombros y la frente apuntando al piso, apuntando al piso y no dejando ver la cara. Cuando se acordó donde estaba, el oficial de inmigración le preguntó de donde era que venia. Contestó en el mismo idioma en que estaban los carteles y el oficial con una sonrisa sarcásticamente cómplice le sello el pasaporte. Se le aceleró el corazón llegando a la puerta. Y al salir creyó que iba a explotarle. Camino cada centímetro con lentitud, analizando a quienes a alguien esperaban. Esperó el abrazo que nunca llegaría. Al llegar al final de la cola de esperanzados, siempre esperando a alguien, miró a la derecha y vio a una madre despedir a su hijo. ¿Que pasaría si a alguno de los esperanzados les pasa lo que a mi? ¿Que pasaría si a quien esperan no llegara nunca, o no estuviera en el destino adecuado? Se subió a un taxi y antes de decirle al taxista adonde iba, recordando que no sabia adonde quedaba el norte, se quedo de nuevo dormido.

Apenas al cerrar los ojos se encontró adentro del cuarto de vidrio. Estaba sentado con las rodillas flexionadas y las dos manos atando-se por debajo de las piernas. Miró a la derecha y sintiendo el rugir violento del río aproximarse a su ultimo salto al vacío, vio la imponencia del agua caer a través las inmensas cascadas. Todo alrededor del agua era de un verde exquisito, de plantas pulidas. Se dejó sumergir en el marrón del río con la imaginación y sintió la espuma del agua caída acariciarle las manos, golpearle los párpados. Cuando miró hacia la izquierda se acalló el rugir violento y vio un árbol absolutamente deshojado imponerse a una nada de marrón papel. Sus ramas largas se extendían curiosamente a lo ancho y en las puntas dejaban-se caer como derretidas. Salvador, ¿que haces tu aquí? Catorce ardillas de ojos violetas asustaban sus sentidos, mas el pájaro blanco en la cúspide daba sensación de serenidad infinita. En el fondo un reloj marcaba la hora pero las agujas apuntaban de afuera adentro y no podía leerlas. ¿Que hora será? ¿Donde quedara el Norte? Agachó la mirada. Abajo se imponía un precipicio sin final. Una caída libre de la que lo prevenía el piso transparente sobre el que se sentaba. No podía ver ni el principio ni el final pero sabia por ello que era un precipicio. Pegó la oreja al suelo y deseó escuchar algo caer para saber cuan profundo hubiera sido el descenso. No escuchó nada, mas recordó que alguna vez había visto semejante profundidad en el desierto. No pudo atar los cabos. Al cabo de un rato volvió a sentarse como antes y miró hacia arriba. Las nubes estaban del lado de adentro y un trueno sacudió la habitación con vehemencia. No se asusto porque era bien machito, mas tuvo un poco de miedo. Cuando comenzó a llover dejó que el agua le rodara por los cortos pelos hacia la cara y le sonrío a Tláloc. ¿A quien le sonrío? pensó sin dejar de sonreír un segundo. Que estúpida es la ilusión, no supo porque lo pensaba. Que estúpido es esperarla. ¿A quien? ¿Habré estado esperando a la lluvia? ¿Por eso sonrío? Un relámpago iluminó la parte de adentro de sus párpados y abrió los ojos. Miró al frente por primera vez desde que estaba en aquella pieza de vidrio flotante y vio una pared blanca que se extendía frente a sus pestañas. Llamativamente no empezaba en un punto fijo ni terminaba en ningún horizonte, se extendía mas allá del piso y muy por encima de todas las nubes. La penetraba de atrás una luz que desde un fondo remoto la iluminaba de modo tenue. Vio en un costado inexistente (por que la pared se extendía también infinitamente a lo ancho) el relieve de picos perfectamente simétricos, negros, formando una escalera tallada. Y se acercó. Le sorprendieron los dos granos en su mejilla derecha y lo paradojicamente imberbe de su barbilla. Se miró las manos de niño y las pasó por el terso mármol de la pared blanca para dirigirse caminando con determinación hacia la escalera. Cuando quiso trepar el peldaño de mas abajo, no pudo agarrarlo. Pasó la mano por la pared nuevamente y noto que no había relieve. Cerró los ojos y aspiro profundo extendiendo de nuevo la mano derecha para agarrarse al elusivo peldaño. Subió los escalones de dos en dos y a mitad camino de la escalera infinita, después de mirar por cuarta vez hacia abajo, cerrando el ojo izquierdo y luego el derecho, se quedó de nuevo dormido. 

Se encontró de repente en el living de su casa. Sentado en el sillón de cuero blanco auscultó en el silencio de la soledad la parsimonia de la habitación. Una casa hecha a pruebas de ruidos era lo que siempre había deseado. Mirando a través del ventanal que cubría toda la pared que daba al jardín pensó en ella. Cuanto tiempo había esperado pretendiendo no esperarla. Cuanto tiempo de ilusión contenida. Que estúpida es la ilusión. Y ahora que te he conocido, ahora que puedo ponerle una cara a la mujer del aeropuerto, ahora no puedo alcanzarte. ¿Que aeropuerto? ¿Que me esta pasando? Alcanzó con la mano derecha, estirando-se con esfuerzo el vaso de whisky que había dejado mas allá de su alcance. El ruido de los hielos rompiendo-se habían roto la armonía y creyó que ella estaría allí para alcanzarselo . Lo sostuvo en la izquierda y extrañó algo que jamas había sucedido. Que estúpida es la ilusión. Debo ir hacia el Norte. Se perturbó de no saber que era lo que pensaba y decidió mirar fotos de sus travesías. Abrió su computadora y fue año a año recorriendo cada una de las instantáneas. Saltó de Misiones al 'Empty Quarter' y de ahí directo sin escalas a su estadía en Barcelona. ¿Que haces tu aquí, Salvador? se perturbó de nuevo. Le causó gracia verse mojado bajo la monsonica lluvia de Katmandú oliendo a curry recién preparado en frente a un reloj gigante que había estado detenido por años. ¿Que hora habrá sido? Se había también retratado sonriente ante una inmensa cuadrada piedra de Teotihuacan en la ciudad de México. ¿Este era un Dios? ¿A que le sonrío? Y cuando se vio de pequeño solo en una foto acariciando las esquinas del eternamente infinito Taj Mahal, recordó el efecto que generaban las piedras negras formando rombos sobre las blancas y la ilusión de la escalera. Suspiró profundo y sintió una inmensa nostalgia de todos los lugares en los que había estado. Mas lo contaminó un deseo de muerte mucho mas intenso que la nostalgia y supo de donde venia. Recordó cuantas veces había bajado en aquel aeropuerto y cuantas veces había subido solo a un taxi. Nadie nunca lo esperaba. Sintió la soledad inundar el silencio de la habitación a prueba de ruidos y recordó que horrible había sido haber estado volviendo durante tanto tiempo hacia nadie. Rememoró cuadro a cuadro el sueño del aeropuerto con avidez y vio a Theora levantar la vista del piso para recibirlo con un abrazo. Todo había sido una estúpida ilusión, un inexistente Norte. Entonces, preso en la sarcásticamente cómplice sonrisa de oficial de inmigración, clavando fijo las pupilas en el vacío, la miró no estar y le dijo retóricamente como quien no espera una respuesta: <<que días mas tontos, cuanto tiempo perdido, que búsqueda mas absurda. Me voy a dormir, quizás te encuentre en un sueño>>.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Gitana

La parte dorsal de sus manos me decian que era gitana. Las yemas gastadas de recorrer palmas ajenas en busca de una respuesta inexistente, las huellas borradas, el blanco de las palmas hecho el negro de las palmas. Y las palmas; tan antiguas como Creta, caminando los caminos de una Roma destruida por los ataques bárbaros, hablando de historias de hombres viejos y nuevos, atados a sus pasados, pasados por sus futuros, futuros de algo, algo que no conocían. La mire a los ojos y no pude alcanzarla. Una muralla china entre nuestras miradas, china pero gitana, en China. Gitana, sus palmas eran gitanas. La seguí por un callejón largo y angosto, cubierto de graffitis que decían tanto sin decir nada. De atrás parecía leve. Delgada, alta, suave como el silencio de si misma, como yo mismo en silencio. Creo haberle gritado; mas quizás haya sido en silencio y no en forma de grito. Adonde vas gitana? Adonde me llevas? Caminamos por Buenos Aires; ella sola, yo detrás SIO. Los pies descalzos decían tanto o mas que las palmas. Negros de amores desandados consumían lagrimas y miserias y simples pisadas impropias; llenas de angustias y problemas y mierdas de alguien mas tiradas en alguna acera para que nunca mas les pertenecieran, para que algún día fueran parte de las plantas del pie de alguna gitana, ajena. Llevame contigo Gitana, hazme parte de tu vida, de tus pies y palmas negras; hazme parte de una vida sin sentido, de un movimiento browniano; de una regresión al infinito de mi mismo, de ti gitana, de mi, de ser gitanos de nosotros; sin una luna a la cual seguir o un sol al cual dejar atrás.

Doblamos por avenida Del Cerro. A nuestra derecha se levantaron silenciosos dieciocho arboles plantados simétricamente a siete metros de si mismos. Era medianoche y las luces de los faroles, contiguos a cada árbol, dibujaban figuras de sombras sobre las casas bajas del barrio vacío y durmiente. Mas la luna, opuesta a todos los faroles, reflejaba los conos sobre la calle que, incendiada por los chillidos de un auto perdido, enfriaba-se luego de un día agitado, debatía-se entre la vida y el crepúsculo. La gitana caminaba despacio pero mas rápido que yo. Se me alejaba a cada paso un cm mas; a cada cuadra dos metros mas. Que rara es Buenos Aires en silencio. Que falta le hacen a si misma tantas cosas que pasan de día y no de noche. Donde esta el puestero de diario que todo lo sabe y te hace tan erudita? Donde esta la almacenara que te llena con sus medias verdades de señora que sabe mas por aburrimiento que por interés; donde están tus autos, tus mujeres de pelos largamente atractivos, tus sueños de París inacabada, Buenos Aires. Te he perseguido como a la Gitana, siempre demasiado de lejos, siempre demasiado despacio.

Cuando hemos caminado por horas y el sol le dice a Buenos Aires que esta llegando el momento de ser ella y que se acaben las historias de gitanas y hombres oscuros siguiéndolas como sombras, te pierdo en una esquina, Gitana. Una esquina cualquiera. Y el día vuelve a empezar, y vuelvo a Cortazar y a Electric President y a ser un yo mucho mas leve que el que ayer te perseguía. Y la vida continua su curso, igual que antes, llena de dieciochos arboles inmóviles al costado de si mismos. Solo que ahora he visto tus palmas negras y tus plantas oscuras, que jamas me dejaran olvidarte; que me harán parte de tu historia y a ti parte de la mía; que harán que haya sido gitano y tu mortal, por el segundo en que a través de una muralla china, se cruzaron nuestras miradas, Gitana.

jueves, 18 de agosto de 2011

Toro

El toro negro infla la panza dejando que las venas se le hinchen, que se le ericen sobre la piel intensamente cortos los negros pelos. Y luego exhala. Los ojos blancamente dilatados por la sangre de si mismo clavados en el frente que nada refleja. Ey! hablame Toro. Las patas delanteras tensas, apenas flexionadas se alistan para acarrear el resto del cuerpo pesado y tiemblan, prestas, adormecidas, in-imputables se clavan en la arcilla por su propio inexplicable deseo de furiosa libertad, de corrida desenfrenada. Hablame Toro. La arcilla roja nublando la vista confunde asi sus pupilas dilatadas con la furia de la muerte intempestiva; con el ruido continuo de la roja sangre fluyendo de un cuerpo moribundo. Hablame Toro. El aire espeso penetra los dos orificios nasales y se pasea furtivo por entre sus entranias, inflando su estomago, hinchando sus venas; volviendose a la salida mucho mas espeso y rojo. Rojo como la arcilla, arcilla como la sangre, sangre como el cuerpo moribundo que dejabase fluir hacia otro espacio. Hablame Toro. La mirada sigue clavada en el horizonte pulverizado, en la nada mas alla de los ojos mismos, en el espejo interno de su mente de Toro ciego que puede no ver mas aca de sus parpados; mas alli de su muerte. Hablame, por Dios hablame, Toro. Dos orejas atentas oyen el coreo absurdo empujandote a empujarme, matandote mas alla de la muerte, haciendote mas rojo, mas muerte, mas mio, mas Toro. Dime algo, querido Toro. Y el suenio, tan tuyo, tan mio, tan suyo y tan nuestro tan de nadie y tan siniestro de que el tiempo que te rodea no se mueve y de que el rojo se vuelve verde y la arcilla pasto y tus ojos insospechablemente blandos y el aire liviano y de que no te mueves y me hablas y te salvas y dejas de ser Toro; se hace pedazos. Y yo veo venir tus ojos, y la arcilla y el rojo y la sangre y la muerte y tu silencio y entonces conviertiendome en Toro, suspiro; y se infla mi estomago y se hinchan mis venas y se estremecen los pelos de mi piel. Y por tu silencio de animal sobreanimado, decido que voy a matarte; por atarcarme sin antes haberme hablado, Toro.

lunes, 8 de agosto de 2011

M

M

La vida es una creación de la mente
                                                   Buda


Recostado boca abajo, sintió un profundo dolor de cabeza que comenzaba en la frente y terminaba en el centro de la corteza de su cerebro. Se preguntó que era lo que le pasaba. La mano de aquella mujer dibujando suave por su espalda era su mano otrora pasando por la espalda de Maria. La mano de esta no Maria era, si claro, su mano en la espalda de Maria. La mano del amor, pensó. De un amor perverso; perverso y desatinado, siempre tarde o temprano, siempre a destiempo. Un amor ajeno a si mismo que fallaba sistemáticamente en reconocerse, que confundía el espejo en que se veía con una ventana y su reflejo con la proyección de una silueta que no le correspondía. Deseó que todo fuera diferente. Pero diferente como? Sabia que quería cambiar mas no sabia que quería cambiar; ni por donde empezar. Debo entonces cambiar todo. Si no hay por donde empezar empecemos por hacerlo todo junto, de forma desprolija y violenta. El lugar donde vivía. La persona con la que estaba. Las personas con las que estaba. El lugar donde trabajaba. El trabajo. La rutina. Los deportes que practicaba. Los autores que le leían, todo caía en una enorme caja de mudanzas rotulada "Varia", una caja que no sabia si subiría al camión que ahora quería arrancar. Pensó que quería nacer de nuevo, si era posible lo mas alejado de sus múltiples egos que pudiera alguien imaginarse. Si era posible en el cuerpo de una tortuga. Si, claro, eso es, en el cuerpo de una tortuga, verde y gigante, perezosa y despreocupada, que no conozca el mundo mas allá de un patio de tres por tres; de baldosas rojas. Cuyo desafio no fuera mas grande que caminar 20 pasos (pasos de tortuga, claro) para alcanzar un poco de agua o morder alguna hoja que ofreciera-le de alimento. Una tortuga que desconociera las teorías económicas y la importancia del ahorro. Que no supiera de Keynes ni de Platón, de Marilyn ni Jean-Paul Sartre. Un mero animal cuyos mecanismos de comprensión no superaran lo que sus limitados sentidos permitían le ver; cuyo intrincado sistema neurológico fuese tan simple que no permitieran le conocer la pasión ni el desarraigo ni la empatia ni el odio. Una tortuga si, que no pudiera sentir aquella mano ajena de no Maria en su espalda, dibujando secretos de alcoba que comenzaban a construirse de una manera absurda. Girando súbitamente, como no podría haberlo hecho la tortuga, intentando no parecer demasiado brusco, anulo el efecto de la mano del amor, se puso de frente y le dijo a la Manicura si quería salir a tomar un café a pesar del hostil clima. Afuera, como nunca antes en Junio, nevaba.
 
Las fuertes ráfagas de frió helado no lo amedrentaron y continuo el camino por la calle 7 a pesar de que la manicura se hubiese relegado un poco. El frio en las mejillas le recordó a la tortuga. Si yo fuera una tortuga metería la cabeza adentro del caparazón ahora mismo. Sintió que de algún modo todo lo que había en su cabeza era la cabeza de una tortuga y que su cabeza era el caparazón. Buceó entonces en el interior de su cráneo como si sus ojos de tortuga le permitieran ver el lado interno de la tenebrosamente húmeda carcasa. Entró en un mundo oscuro de caminos iluminados por tenues luces laterales. Luces de pasillos de un avión lo guiaban siempre hacia una salida de emergencia con una puerta de complicados mecanismos, siempre cerrada, siempre imposible de abrir. No tardó mucho en darse cuenta de que estaba en un laberinto. Que debo cambiar; adonde esta la puerta que abre el juego? Buscaba la celda del buscaminas que le abriera el mapa de su propia vida. Una que borrara tantos unos adyacentes a celdas tapadas, una que lo condujera a un par de cuatros, a unos cuantos tres y quizás hasta a algún cinco. Cruzaba un puente sin retorno, del hemisferio nor(este) de su cerebro, cuando el sacudon de su brazo izquierdo lo hizo caer a un vació negro cónico y lo trajo de vuelta a la realidad. <No me vas a esperar, che?> le dijo la manicura con la simpleza que la caracterizaba; con su sonrisa de tortuga. Caminaron 200 metros en los que le contó alguna historia sobre una clienta del salón que se habia roto las unas en una aparente contienda con su propio marido que la quería abusar. Pensó que nada de lo que decia la Manicura tenia demasiado sentido y solo atisbo a asentir con la cabeza moviéndose con suaves golpes de menton sobre pecho. Al final de la segunda cuadra, en la ochava norte de 7 y 16, cuando el invierno se hacia mas hostil que nunca, se metieron en el café de la música.

La verborragia de la Manicura lo sumergió de nuevo en sus pensamientos. Por un momento, mientras ella le hablaba y el escuchaba sin poner atención creyó que abandonaría su humor instropsectivo por el resto del día. Se había alegrado de estar, aunque fuera escuchando. Pero solo le duraría un rato. Cuando se hubieron sentado abandono nuevamente, esta vez con los ojos abiertos, el lugar. Se pregunto si podiase a través de la profundidad movilizar a lo superfluo, si había algo en las personas mas allá que la risa leve y el llanto plástico. Se desilusiono de no poder vivir de forma simple como todos los demás aparentaban hacerlo. Se preguntó si realmente así lo hacían o si era una dish-dash contra el dolor que realmente existía en la mundanidad de los humanos, en la humanidad del mundo. Se dolió de deber hacer un análisis casi sistemático de cada respiro que exhalaba el hombre de la mesa de al lado, del costo extrinseco de cada una de las acciones de la mesera que ahora traía su café con leche, de la verborragia de la Manicura. Miró por la ventana. Los arboles todavía no daban sombra y perdían así su gracia; no eran verdes sino marrones, apagados como una linterna sin pilas en medio de la oscuridad. Su falta de hojas no servia para detener una incipiente nevada. Siempre las cosas nos faltan cuando mas las necesitamos; que útiles hubieran sido las hojas de un árbol para detener la nieve que mojaba la cabeza de una mujer y su hijo. La mujer parecía acelerarse y luego frenarse a cada paso impar con cadencia de tango torpe. Se preguntó que ocurriría en la mente de aquella mujer que, apuradisima, parecía ir desapegada de cualquier evento ajeno a la mano de su infante. Cual seria su reacción si de un tercer piso cayera de repente un piano o un suicida. Pensó que los hombres de hoy, obnubilados en sus propios carriles, como tranvías o trolebuses antiguos, habían perdido la capacidad de cambiar de acera, seguían siempre la vía de su propia incomprensión, eran duenos y a la vez ajenos a todo lo que les pasara por al lado. Quizás la mujer se espantaría, un segundo, quizás se detendría, otro segundo. Mas volvería rápido a la mano del infante, a la boleta del gas, a la maestra del jardín que le había gritado al nene, al marido que trabajaba demasiado, al profesor de tenis con el cual se acostaría si le dieran los escrúpulos, al apuro por la nieve. Volvería a su caparazón de tortuga que camina despacio hacia un final que conoce. Ay! cuanto deseaba  ser y cuanto aborrecía a los bichos lentos y perezosos, al caparazón, a la manicura al otro lado de la mesa con sus historias simples, con sus boletas del gas y sus problemas de vida en miniatura, en general a las tortugas de caparazón oscuro.

La manicura lo miraba en el reflejo de la mesa de madera lustrada, o quizás solo miraba un poco mas allá de su taza el centro de aquel cuadrado plano sostenido por cuatro pilares. Un cuadrado se sostiene por cuatro patas, que redundancia estúpida, que invento mas precario de la arquitectura; cuatro puntas, cuatro patas. Se preguntó quien habría sido el genio que decidio poner una pata de mayor soporte en el centro. Que dificil seria matar a la manicura. Aniquilaria para siempre de la realidad, tornarla una imagen del pasado. De un tiempo a esta parte lo consideraba con repetitivo desgano, con cíclica desidia: debía deshacerse de la manicura; dejar de pensar en ella, borrar (no solo de sus agendas, sino ademas de su mente) su numero de teléfono, su dirección, la evolución de su cara a una cara diferente. Debía darle salida y transformarla en una imagen del pasado, en una imagen congelada en un momento, en cientos de momentos que jamas volverían. Pensó en Maria, en sus palabras de aquella tarde diciéndole: "que era mejor si nunca jamas volvían a verse, si procuraban ya no mas hablarse, para que quede todo lo 'lindo' de la relación". Para recordar 'todo lo lindo', como si el otro se hubiera muerto, como si fuera las agujas de un reloj detenido en algún momento del pasado; una cara que si evolucionara lo hiciera como la de un muerto al que se le carcome primero la piel y luego la carne para transformarse, ulteriormente, en puros huesos. Una persona que ya no influenciara con su pensamiento, con su crecimiento, con su mejoría o su empeoramiento. porque la memoria no tenia caminos de regreso, porque toda primavera anterior era irrecuperable, y porque el amor mas desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera, la frase que el mismo había escrito gigante en la pared del costado de su cama, cuando Maria se había marchado, le retumbo en la cabeza. Eso debía hacer con la manicura, matarla, convertirla en una primavera anterior, en una verdad efímera, en lo lindo de un tiempo que jamas regrasaria. Se levanto de la silla y dejando atras su abrigo salio en camisa arremangada a la nieve. Atónita, Lucia no tuvo tiempo mas que de seguirlo con la mirada.

Cuando se encontró en la calle, la lluvia helada ya no era nieve mas lo parecía. Sintió que le habían crecido dos ojos gigantes en la nuca. Abiertos, conectados no al cerebro sino directamente al corazón. A diferencia de sus ojos normales que ahora le ardían por las gotas que se colaban por entre sus pestanas, los ojos inversos no veían la realidad. No les modificaba la vieja con su hijo, el piano que caía, la muerte de un transeúnte en un accidente de transito o la presencia de la manicura tratando de ponerle el saco sobre los hombros. Los ojos de atrás solo veían hacia el pasado. El pasado inmediato. A la manicura petrificada en un instante de hacia tres minutos y de ahi hacia atrás la involución de su tiempo, pasando por la manana misma de aquel dia, la mano en la espalda, la noche anterior y asi hasta el tarde de miércoles temprano en otono en que se habían conocido a la vuelta de la esquina de un callejón donde había una librería bastante pintoresca. Y luego, el pasado mediato. El de Maria, también siempre en el antes, mas aun siempre viva. Curiosamente los ojos la tergiversaban evolucionada, diferente a la manana del saco rojo; sin lagrimas en la cara, feliz, caminando por las calles de un Madrid abarrotado de turistas chinos. Sonriendo disimuladamente ante la alegria de la vida que se negaba a abrazar, como lo habia hecho siempre, como seguramente lo haría ahora. No sabia porque en Madrid, pero la imaginaban caminando lento hacia Cibeles, con un tapado marron que ella (la imagen inicial del pasado que los ojos al principio veian) jamas se hubiera puesto.Cerró los ojos (los de adelante) y se dejo trasladar a Madrid. No parecía hacer frió aunque la gente caminase abrigada. El ceceo de una pareja discutiendo en plena Gran Via lo retrotrajo a casa de sus abuelos, a su abuela gritando despacio a su esposo que viniera a comer; a su abuelo diciendo 'pues mujer' y reprochandole la no-necesidad del grito. Madrid estaba rara. Le faltaban transeúntes y autos; Gran Vía callada y ajena. Retumbaba solo el ceceo de la pareja discutiendo: 'Pues mujer, pues mujer, pues mujer'. De pronto habia saltado muchas cuadras y calles y estaba en puerta del sol sentado al pie de una estatua. Miles de turistas chinos le fotografiaban de pies a cabezas, pues mujer, pues mujer le decían todos los varones a una que parecia ser la fotógrafa estrella. Matias agachaba la cabeza, la hundia entre sus rodillas. Apretaba sus orejas con la parte interna de sus muslos, queria cerrar los ojos, abrir los ojos, volver de esa pesadilla a la que lo habian llevado los ojos del pasado y la cual no podia entender. Al sacar la cabeza de entre las rodillas, aturdido por la presión que había generado, silenciada la escena que solo sonaba a repetitivos flashes, la mujer.fotógrafa.estrella se había dado vuelta y tenia un saco marrón. El se ponía de pie y la rodeaba, mas siempre se encontraba a su espalda. Entonces la mujer se echaba a andar y el la perseguía por los recónditos callejones de una Madrid que se apagaba y se encendía de formas repentinas, mezclando dia con noche, luna con sol. En el instante en que finalmente las calles se hacían amplias y el se sentía mas lejos de la mujer.fotógrafa.estrella.china la mujer se daba vuelta y quitándose el saco le mostraba otro saco, ahora rojo.  Des-velaba también su cara que era de nina y luego de mujer y luego de madre y de abuela y de anciana y de muerta en pocos segundos. Cuando estaba por reconocer la cara de la difunta, la misma pudriéndose desde la punta del cuero cabelludo hacia abajo le levantaba los cinco dedos y la palma derecha y rotando sobre si misma se echaba a correr.

La manicura jamas lo había insultado pero no pudo contenerse ante su impasividad. <Adonde te fuiste pelotudo! Queres que te mate un auto?>. El bocinazo o el grito, el ruido o quizás el silencio inmediatamente posterior le habían hecho abrir los ojos, cerrar los otros. Estaba, ahora, en el presente y sentia mas nada que una vaga certidumbre: de allí en adelante no podría jamas olvidar a sus ojos de la nuca y mirar repetitivamente hacia el pasado. Ahora, solo debía figurarse como iba a hacer para que a aquel mundo, donde vivían sus muertos (reales y forzados), entrara mas antes que después, mas hoy que manana, la mujer que acababa de insultarlo por primera vez. Se volvió sobre si mismo y la encaró con una sola certeza, de algún modo cuando la alcanzara al otro lado de la calle iba a matar a Lucia. 

lunes, 1 de agosto de 2011

Short Yellow Dream

Short Yellow Dream

"A la voz francesa que inspiro este sueño, o al sueño que aun no he visto y quizás haya inspirado a la voz a cantar"

In the haziness of a monochromatic dream of old cities falling appart, while I stood in amazement and wonder with my eyes aiming at an elusive sun or moon, she whispered to me from the distance: <<Be in my way. Be my way. Let me be any way I am meant to be. Then, and only then, I will be your way, your way to see love, your way to feel joy, your way to a happier way of living everyday...>>

It must have been the confusion of a dreamed world, the impersonality of my face or the gust of winds mixing with the destructive noise of the desintagrating buildings of sand and water what made him think that my shout was a whisper, that my words were in english. Through the disappearing sound of the cords of my dying guitar, sitting in the midst of a vanishing unreality, while he stared at a veiled moon, I shouted to him from the back of my heart, the top of my loud crying voice: "Eblouie par la nuit à coup de lumière mortelle; A-il aimé la vie ou la regarder juste passer?; De nos nuits de fumette il ne reste presque rien; Que tes cendres au matin; J’t'ai attendu 100 ans dans les rues en noir et blanc..."


miércoles, 20 de julio de 2011

Amistad

Amistad

Que cosa mas grande que tener a alguien con quien te atrevas a hablar como contigo mismo"?
                                                                                                              Ciceron

Un tipo se va, entra, sale, vuelve a entrar, vuelve a salir y vuelve a entrar. Se detiene un paso adelante de la puerta, lo mira al otro cada vez que entra con los ojos fijos; lo quiere cagar a trompadas, correctamente, como se debe, con las dos manos cerradas. O quizas acogotarlo, asfixiarlo hasta que se ponga violeta. Pero solo le lanza una llamarada de insultos y la reconcha de tu madre pedazo de hijo de puta te voy a matar. El otro lo mira, sonrie, agacha la mirada, lo vuelve a mirar y vuelve a sonreir. El primero se enoja, se desenoja, putea, se esta por reir y vuelve a putear, que tanto culo vas a tener de meterme un gol en el minuto 90 y tomando el joystick gris se lo tira por la cabeza. El otro se cubre la cabeza y tapa el golpe con la mano derecha, se sigue riendo y cuando asoma nuevamente los ojos, dice: "No te olvides que tenes que pagar la coca".

Juan y Juan salen de la casa de Juan; caminan dos cuadras y se sientan en el kiosquito de la vuelta, que no esta a la vuelta de nada, o que esta a la vuelta de algun algo que ellos no saben que esta ahi a la vuelta. Piden una coca, la paga Juan. Y se la toman en vasos de plastico blancos; ridiculamente pequenios, ridiculamente finitos, ridiculamente blancos. Juan no puede dejar de lado el partido. Siempre me haces el mismo, gol, el mismo desborde; no deberian valer esos goles, aparte jugas con el Barca y yo como un pelotudo sigo eligiendo Central, que por mas jugadores que le haya comprado no tiene el funcionamiento del Barca, ni siquiera en la Play. Y Juan, del otro lado se rie. Si te escuchara el Negro decir que Central no se parece al Barca ni en la play te soltaria una diatriba de puteadas como la que me soltaste vos a mi hace un rato, como la que le solto el Tano Pasman a Pasarella y los jugadores de River. Deci que se murio. El negro digo, se murio, hace ya cuatro anios, podes creer?. Que tipo crack, el Negro, boludo, el Negro era como el Messi de los cuentos cortos, del humor, de la cultura, pensa que nacio aca nomas, que iba al Cairo, sabes lo que daria yo por poder entrar a un lugar donde estuviera el Negro? Sabes que iria todos los dias al Cairo y me sentaria cerca de la mesa de los Galanes y aprenderia todo de el, y ahora en vez de perder el tiempo rompiendote el culo a la play y hablando como un burro, estaria escribiendo un cuento, como escribia el Negro, sobre las diferencias entre el Barca y Central. Ah, pero sos canchero? Encima que me ganas de pedo, me gozas y te haces el culto, vos queres que te cague a piñas, en serio, oloroso? O queres que definitivamente me agarre a tu hermana de una vez por todas? El Juan Negro, medio que se enoja, se rie y se vuelve a enojar, pero le da un sorbo a la coca, el segundo del vaso; y se lo termina."Servime mas coca y callate, perdedor". Se joden entre ellos, todo el tiempo, se calientan pero se acompanian, pasan todo el dia juntos, juegan la revancha a la play y como no podia ser de otro modo gana Juan.

A la noche salen a comer una pizza y a mirar minas, al dia siguiente juegan la revancha de la revancha de la play y despues se van un rato a la facultad. Juntos. El Jueves se encuentran con los otros pibes, juegan un picado. En el mismo equipo. Juan juega atras, de dos, paradito entre los laterales que en el fútbol cinco no existen. Corta y lanza. Lanza pases cortos; siempre al compañero mas cercano, segun el 'el mejor ubicado'. Nunca larga. Juan se queja. "Tiramela larga, boludo. Ti - ra - me - la Largaaaa, cuantas veces me vas a hacer picar al vacio al pedo?". Y Juan no le contesta. Demasiada concentración le demanda mantenerse en el partido. La habilidad no es lo suyo. El partido termina. Termina bien. Ganan. No hay piñas. Como hace un par de semanas cuando uno de los de la 80 le pego a Juan de atras y le piso el tobillo. Y el otro Juan viniendo desde el fondo, a toda velocidad, lo emboco de lleno. En la mandíbula. Y se armo; se armo grossa. Ese dia terminaron en el hospital; pero no por la piñas sino porque el arquero se rompió los cruzados; después de la piñas en la jugada mas pelotuda del mundo.

El viernes salen y a Juan lo cubre Juan para que no lo enganche la novia mientras habla con otra mina. Es incapaz de meterle los cuernos. Pero le gusta el chamuyo. Le gusta sentir el ficticio placer de que si el lo deseara, si no tuviera novia, si no fuera el quien decide asi no hacerlo; si quisiera, a esa mina se la agarra. Y la da vuelta como una media. Y a la salida del boliche se comen un pancho, rancio pero delicioso. Un manjar de savora vencida y salchichas que han estado hirviendo por dias en agua tibia. Se comen uno, a medias; porque se quemaron toda la guita en fernet, y sino no les alcanza. Entonces cuando todavia no han bajado el pancho, o el medio pancho, empiezan a patear, por Rivadavia, tranka. Y Juan empieza, otra vez, a divagarsobre la vida y sobre el Negro Fontanarrosa y Borges y Sabina y Fito. "Y viste la que tiro Fito de los Fachos?". Pero Juan no lo escucha, el va en su mundo. El mundo de la calle. De mirar siempre alerta lo que esta pasando. Porque la calle no es joda. El lo sabe. Y sino quien lo protege al boludo este de Juan.

EL sabado a Juan se le queda el auto llendo a lo de su novia y Juan lo pasa a buscar con la moto; chocan y ninugno se va al hospital. Pero tienen que hacer la denuncia. Se van hasta la quinta, de nuevo pateando, ahora por Paraguay. Solo que esta vez tienen que cargar la moto. En esta caminata no hay charla ni divague de borracho. Los dos van callados. Juan sabe que Juan tuvo la culpa del choque pero no le dice nada. Que le va a decir si el mismo debe saber que se mando una cagada gigante. Cuando llegan a la comisaria y estan sentados en la seccional, esperando a que alguien les tome la denuncia; en el momento en que el tiempo se hace espeso y todo comienza a parecer irreal, mientras ambos estan mirando hacia abajo con las manos apoyadas en las rodillas y la cabeza casi hundida entre los brazos, Juan le pregunta a Juan. "Che, boludo, que hubiera pasado si en el choque con la moto, yo me moria?". El silencio sigue a la a y al signo de pregunta y se hace mas espeso que el tiempo de la comisaria en que estan sumergidos. Entonces, cuando aparece el comisario y los llama por su nombre, justo cuando los dos se levantan del banco de madera para entrar en la pieza contigua, Juan toma a Juan del brazo y le dice: "Que pregunta pelotuda me haces? Si vos te moris una parte de mi se muere con vos y una parte de vos se queda para siempre conmigo, no te das cuenta que vos sos yo y yo soy vos, no te das cuenta que sos, fuiste y vas a ser siempre, mi mejor amigo?"

miércoles, 6 de julio de 2011

Lujan

Lujan

 “A quien nunca fue mi hermano, a quien siempre lo será”

Sentado sobre los escalones de la escuela pública Perito Francisco Moreno me he quedado con un semblante diferente , obnubilado, fuera de mi.

Esta mañana nos ha buscado Don Armando. Como todas las mañanas el Scania Rojo y Gris del año 65 ha llegado puntual y el gordo ha abierto sus puertas con una sonrisa entre forzada y natural.  Llegando tarde, con temor a que me dejen, he corrido a toda velocidad con la mochila más grande que yo golpeándome la espalda a cada paso. En mi torpe y desesperada carrera me he caído en la in-famosa bajadita, la misma donde tiempo después perderé mi primer carrera de bicicletas al (también) caerme justito antes de llegar; antes de cruzar la línea de llegada y ‘entrar’ victorioso al barrio de 5 casas idénticas.

Gracias a Dios (o a la experiencia de mi madre) esta mañana mis pantalones de gimnasia azules; sin tres rayas, llevan parches en las rodillas. Los parches han ayudado, no solo a que el pantalón no se rompa sino, además, a que mis rodillas no lleven, aun, otra frutilla. Lo que si se ha roto, en miles de pedazos, son las Manon que llevo en la mochila. Sin saberlo en ese momento, he perdido mi comida de recreo; sin saberlo, entonces, tendremos que compartir la tuya: gloriosas obleas ‘champagne.’ La lata de bolitas, con el bolón de acero, por suerte esta mañana la has cargado vos. Si supiera que, días mas tarde, la vamos a perder, te robaría el bolon y me lo guardaría en el bolsillo. Lo haría por el bien del todo. Mi tardanza se ha debido ha que me he quedado intentando peinar mi pelo rebelde con gomina, como nos ha enseñado tu viejo, para atrás. No fue solo mi pelo motoso lo que me demoro sino una humedad inusitada que ha despertado a las imponentes montañas que nos rodeaban con silencio de viento ausente. Esta mañana rara amenaza con lluvia.

Sentado sobre los escalones de la escuela me he quedado con un semblante diferente. Esta tarde, habiendo dejado que Don Armando nos deje en el viaje de vuelta, sentado en estos escalones, he visto, a través de las gotas que pueblan el ambiente desapareciendo una tras otra con cadencia veloz, el reflejo de dos hombres; la sombra de su sombra proyectada en el papiro apenas hoy escrito de mi memoria futura: mi imaginación.  Uno de los hombres va en un avión, que nunca es el mismo. La escena cambia, los acompañantes del hombre cambian, a través de la ventana se ven diferentes ciudades. Pasa el Kremlin y la Estatua de la Libertad, La muralla China y Angkor Wat, La opera de Sydney y Hagia Sophia; pasan hombres con sombreros de pana, playas, montañas, edificios imponentes y mujeres de muchas nacionalidades hablando idiomas de amor incomprensibles, mostrando gestos que no reflejan en su alma. El hombre está en una búsqueda desesperada, a lo largo y lo ancho del globo. Más no sabe que busca y por eso, con inusitada vehemencia, a través de noches blancas y días negros, con obsesiva persistencia, lo persigue. El hombre ve a otro hombre, mucho más sereno que el y mas enardecido a la vez, parece la parte opuesta de su  mismo ser, la otra cara de una moneda que habiendo sida acuñada en el mismo lugar, se escindió de si y circula en una nación diferente. Es un hombre más arraigado, mas familiar, mas centrado. Va sentado en un colectivo, que es siempre el mismo. La escena cambia y los acompañantes del ‘hombre.otro’ son siempre los mismos aunque cambian, se modifican, se mejoran y envejecen. A través de la ventana pasan escenarios diferentes. La ciudad (que es siempre la misma) se transforma de manera armónicamente dinámica. Pasa una plaza y luego otra, los imponentes Andes, ríos, lagos y zanjones, veredas anchas de adoquines rojos y señoras pasando el lampazo con kerosén. Pasan mujeres hablando idiomas de amor comprensibles, mostrando gestos que no se reflejan en el alma de este otro hombre.  Esta, el también, en una búsqueda desesperada. A lo largo y a lo ancho de ‘su’ globo. Más no sabe que busca y por eso, con inusitada vehemencia, a través de noches negras y días blancos,  con obsesiva persistencia, lo persigue.

El hombre del avión ve una tormenta cayendo sobre la ciudad del hombre del colectivo, y a través de sus gotas ve un lugar mágico que esconde una melodía que no se puede escuchar pero que los ojos correctos pueden ver. El lugar mágico guarda un secreto en cada estación del año. Cada invierno sus niños salen a buscar víboras en la tierra prohibida de detrás de tres de las cinco casas, donde residen los mounstros mas enormes y donde juran haber visto Boas constrictor y serpientes de coral devorar leones y levantarse ante a humanos a los que han perdonado por ser parte de la magia del lugar. Allí los altísimos pastos de 30 centímetros ofician de jungla exuberante y  los niños cargan machetes inconmensurables (cuchillos de cocina que han robado cada uno a sus madres) para atravesar los peligrosos pantanos. En otoño, los Álamos, de pie a los costados de las calles de pozos sobre el asfalto pedregoso y color brea, escoltas  reales de los paseos en bicicletas de cross-Rolls Royce-imperiales, les regalan a los niños, con desinteresada generosidad, cientos de miles de hojas dispuestas a oficiar de colchoneta inflable para que se arrojen a toda velocidad desde sus bicicletas. Y a los niños no les importa que luego vayan a oler a hollín, ni que sus caras vayan a llenarse de ese polvillo que las hojas exhalan. Luego del invierno, y en cada primavera, el barrio de YPF, el recóndito lugar que existe mas allá del lugar mágico, pasando la bajadita y del otro lado de la ruta, se convierte en Beverly Hills. Es un barrio coqueto de ‘otras’ casas que tienen entradas majestuosas y calles particulares. Casas que tienen la osadía de no ser todas iguales; que atrévense a ser diferentes las unas de las otras. Palacios, donde vive gente rica que pasa el verano en algún lugar de playa que no es Chile y cuya gente a los niños del lugar mágico no les interesa por no ser parte de su mágico mundo. Cuando finalmente llega el verano, la mas agradable de todas las estaciones del lugar magico, el pasto florece y los caballos atienden a presenciar contiendas, que se juegan en el estadio del lugar mágico, ‘la canchita del medio’. Es la época de los mundialitos de futbol, que al modo de los torneos de tenis más importantes, solo se pausan por falta de luz. Y continúan al siguiente día. Veranos en los que además se pelean guerras extremadamente beligerantes con estrategia y rango de oficiales, con piedras.armas y una e(m)planadita, que nadie sabe para que ha sido puesta sino para obrar como campo de batalla de las contiendas entre ejércitos de niños. Batallas que se suspenden, al igual que futbol, solo por falta de luz, y que continúan (si no hay mundialito de futbol), al día siguiente. La desaparición del verano, a veces trae una primavera y otras veces otro invierno que cuando llega pone a los niños que ya no buscan víboras, a esperar. Esperan a que llegue el día en que la magia se acuerde de ellos y les regale el más preciado de los bienes que jamás podrá existir: blanca y fría nieve. Los niños roban zanahorias y salen con su único gorro de lana en la mano dispuestos a donarle sus bienes a un muñeco de nieve que a la mañana siguiente ya no estará allí pero cuya presencia permanecerá en el recuerdo hasta que el sol de nuevo asome y la primavera que subsigue traiga mas escapadas en bici a Beverly Hills.  Y cada día, de cada estación, hay un perro guardián de la magia que, aunque ellos no lo sepan, es el encargado de que cada jornada guarde una pizca de encanto, un hechizo implicito, en cada una de sus horas.  Y hay madres también en el lugar magico, madres que a los niños cuidan y alimentan y obligan a hacer la tarea, recordándoles que por mas mágico que sea, aquel lugar existe en un mundo de veras. 

Una azafata trae en si de repente al hombre del avión que se ha quedado atónito y no le contesta. No puede creer lo que ha visto, a sus 50 años, ha visto un lugar mágico y a niños cargados de felicidad. No entiende el significado y mirando de nuevo la lluvia por la ventana intenta sumergirse nuevamente en el sueno. Esta, aun, fuera de si.

Sentado sobre los escalones de la escuela me he quedado obnubilado y veo al hombre del avión esfumarse a través de las gotas que pueblan el ambiente desapareciendo una tras otra con cadencia veloz, al paso que vos, bajando la escalera a toda velocidad, me gritas que nos juguemos un  arco a arco a dos toques con una pelota de medias. Las celadoras se han ido y mientras esperamos que nos vengan a buscar. es nuestra oportunidad de hacer una travesura bajo la torrencial lluvia que no es para nosotros tan común.  Siento que el lugar de las gotas del hombre del avión esta cerca. Sacándome el guardapolvo, me sumerjo abajo de la tormenta. Un estadio repleto de hinchas enloquecidos cantando bajo el agua me recibe destrozándose no menos las palmas que las gargantas y entrándole con toda la fuerza de mis zapatillas blancas a las medias que ofician de pelota, la hundo en lo más alto del cielo ennegrecido por las nubes para comenzar el partido. Entonces, cuando se apacigua la  ovación de la  hinchada imaginaria y la ‘pelota’ vuelve al suelo, antes de que se empiece a dirimir otra final del mundo, veo un último repentino flash del mismo hombre en el avión, sentado, atónito, mirando su propia tormenta.

Cuando por la ventana del hombre que a mis ocho años estoy viendo a través de esta tormenta, pasa un estadio remoto y un pequeño jugador revienta una pelota en el aire, el hombre siente una profunda nostalgia. Ya es viejo y ha buscado por todo el universo la respuesta a su infructuosa búsqueda. No ha encontrado, cree, porque ha estado buscando la respuesta en los ojos de alguna mujer que ha fallado en encontrar. Asi, a través de la nostalgia, de la pelota volando por el aire y la mujer inexistente, se da cuenta que lo que está viendo en aquellas gotas no es más que su imaginación pasada: su imborrable memoria. Y encuentra, con felicidad, en su recuerdo, la ubicación espacio temporal del lugar mágico. Y se olvida de la mujer.  Cerrando los ojos, se ve gambetear charcos con una pelota de trapo y descubre en la escena al hombre del colectivo en forma de nino, rival, amigo, hermano, contrincante. Caen gotas que siente lo mojan dentro del avión. Se le acelera levemente el cansado corazón y descubre que él y el hombre del colectivo han estado buscando lo mismo. Han estado buscando lo mismo y tiene, efectivamente, ahora se da cuenta, nombre de mujer. De mujer que empieza con las dos letras con las que el siempre creyó que iba a comenzar.  Mas, entiende, con esfuerzo supremo, que el objeto de su obsesión, no es efectivamente una mujer aunque lleve su nombre. 

Sentado en un avión que lo conduce a algún lugar irrelevante, a través de una gota de agua cualquiera, el hombre del avión se ve de niño viéndose sentado en aquel avión mucho tiempo más tarde. Y al ver por la ventana el recuerdo de su propia imagen reflejada en su imaginación, recuerda que el faro en los dos polos de su camino se llama Lujan. Es aquel lugar  mágico que acaba de rememorar y donde el mundo de su infancia le ha mostrado (a el y a quien gambetea bajo la lluvia) que es en la simpleza de la vida donde habita el motor de toda búsqueda. Asi, baja la ventana y deja que el niño siga su partido. Sabe ahora que, es en las pelotas de trapo, las bicis de cross, las boas imaginarias, las finales del mundo que se suspendían por falta de luz y las hojas de otoño regaladas, donde yace la más extrema e inconmensurablemente perfecta felicidad que tanto ha estado buscando. Una felicidad  a la que cada día, retornando a través de los caminos de la memoria, nostalgia del recuerdo imborrable, él y su hermano del alma pueden volver, yéndose con la mente a ese tiempo fabuloso que fueron sus días en un lugar mágico, que ahora termina de rememorar y que se llamo y se llamara siempre: Lujan.